A
veces, un pequeño golpe, una sencilla muesca en nuestra vida cotidiana, basta
para hacernos contemplar la realidad de otra manera. Y, a través de ella,
surgen nuevas dudas. Y con estas dudas, nuevos detalles. Y con éstos, nuevos
sueños y nuevas ilusiones. O, tal vez, siempre estuvieron ahí y, llegado ese
momento, parecen resurgir con más fuerza que nunca. La lucha que mantenemos con
nosotros mismos, en ocasiones, nos transforma y nos hace participar de una
realidad que no es la que habíamos deseado. Pero, al mismo tiempo, un nuevo
abanico de posibilidades puede llegar a abrirse ante nosotros, con toda su
luminosidad. Generalmente, cuando esto sucede, el miedo y el temor ante lo
desconocido, pueden paralizarnos. Es el temor al error, el miedo a descubrir
que, aunque no lo lleguemos a reconocer, hay posibilidades de equivocarnos.
Pero
a veces es necesario que uno de estos golpes ocurra para darnos cuenta de cuán
valiosos podemos llegar a ser. Nadie, absolutamente nadie, está en disposición
de decir que “eso no me pasará a mí”. La realidad es tan voluble que, aunque
todo pueda parecer extraño y lejano, las Parcas continúan ejerciendo su labor
en silencio. Y nosotros, tras el espejo deforme de nuestra propia seguridad,
muchas veces nos sentimos lo suficientemente valientes como para retar a lo
desconocido. Es en este terreno donde llegan a abonarse los propios errores.
Tras la acción, únicamente queda el resultado, la reacción a nuestros actos. Y,
más allá, envuelto en penumbras, el vacío, el miedo a la nada, a no ser; miedo
a un desconocimiento del motivo, a no encontrar nada en la búsqueda del
causante. Hoy, cuando todo ya es pasado y el ayer solamente forma parte del
recuerdo, vale la pena mirar hacia atrás, recorrer en silencio el mismo camino
que, tal vez, “nunca se ha de volver a pisar”. Pero, junto a él yacen, ahora
abandonados por la insolencia de nuestro orgullo, las verdaderas razones que
dieron lugar a los valientes actos que un día quisimos realizar. Engalanado en
ese ayer ahora oscuro, aparece la terrible sombra de una confesión vana, cruel
y aterradora. Al mismo tiempo, también sincera y comunicadora de una
desagradable realidad que nosotros mismos quisimos (quién sabe si aún lo
hacemos) ocultarnos.
Tal
vez fue el miedo, o tal vez fue la desidia, pero ahora, esa misma realidad,
descansa junto al abismo de nuestras más profundas miserias. Tanta repulsión
nos causaba su visión, que decidimos desterrarla de nuestros pensamientos,
alejarla de nuestros sentimientos. La soledad en la que agonizaba terminó por
intentar masacrar cada hálito de vida. Nos empeñamos en eliminar ese recuerdo,
esa agonizante memoria. Pero, tal vez encogidos por la ataraxia vital, fuimos
incapaces de borrar de nuestro interior
ese mismo sentimiento que abominamos.
Ya
nada importa. Todo acabó. Todo se fue consumiendo sin dar tiempo a reconocer
nuestra culpa, a pedir perdón por nuestros actos, a reconocer nuestros errores.
Quizá demasiado pronto. Tal vez, dirán algunos, demasiado tarde. O tal vez, en
su justo momento, que es cuando suelen aparecer casi todas las situaciones en
la vida.
Tras
despertar de ese sueño, aparecen nuevos retos, nuevas oportunidades para
crecer. Es fundamental que se llegue a encontrar estos nuevos hitos, pues serán
ellos quienes nos marquen el camino a seguir. Lo importante es saber avanzar y,
para ello, se hace necesario llegar a un profundo conocimiento de uno mismo.
Tal vez fueron las dudas, o tal vez demasiadas esperanzas, pero, en ese
momento, se hace necesario un verdadero examen introspectivo de nuestra
naturaleza real.
Un
minuto. Solamente un minuto. O, tal vez, un segundo. Solamente intervalos de
tiempo. Solamente vacío. La nada. El no-ser; el no-estar. La realidad
trasformada en una circunstancia vital. Y no hay nada más. No. No hay
recuerdos. Únicamente queda el miedo. Ni siquiera hay dolor. Ni llantos. Hoy
solamente queda una triste secuela imperecedera, adornada de imaginación, de
sueño, de desvelo, de anarquía, de final.
Cien
metros. Quizá, sesenta. Tal vez, veinte. Posiblemente, diez, Después, un golpe.
Seco. Veloz. Amargo. Extraño.
Aire.
Luz. Fuego. Miedo. Dolor. Recuerdos. Cariño. Desolación. Tristeza. Valentía.
Deseo. Sueños. Música. Temor. Felicidad. Deseo. Poesía.
Al
final, tan solo queda eso, tan solo palabras. Y se debaten entre el ahora y el
ayer; entre estar y parecer; entre tener y ser. Vivir. Ahora. Ya nada fue.
Ahora todo es. Luces. Cámara. Acción.
Silencio, ¡se rueda!
No hay comentarios:
Publicar un comentario