miércoles, 30 de octubre de 2013

Despertar!

Es mitad de mañana. Hay gente a mi alrededor. Todos me miran y sonríen. Se acercan a mí lentamente. ¿Dónde estoy? ¿Por qué hay tanta gente? No lo entiendo. Me siento cansado, y me duelen las piernas. Apenas puedo moverme de la cama. ¿Qué ha pasado? Alguien, un buen amigo, se acerca hasta mí y me cuenta la historia. Le di las gracias. Impávido, miré hacia la ventana, como queriendo encuadrarme y tomar distancia respecto a todo lo demás.  
Las paredes son blancas, pero de un color mortecino, ya envejecido por el transitar del tiempo. Hay paz. En sus rostros se vislumbra una felicidad intangible. Gracias. Sé quién soy. Sí. Soy yo. Siempre he sido yo. Demasiadas preguntas en el aire, que vienen hacia mí, y rebotan en mi mente. No puedo pensar con claridad. No entiendo las cosas. "Despacio, por favor." Una voz se oye. Llega hacia mí. Me toma la mano, presiona con suavidad mi muñeca. Mira pausadamente su reloj, y toma el mismo camino que lo llevó hasta mí. El resto me mira.
Dicen que no oyes nada, que no sientes, que estás en el límite. Pero yo sí recuerdo. Sí. "Hemos venido a verte". Y siempre estaban allí, incluso cuando yo apretaba tu mano con fuerza, sin saber que te dolía. Las paredes también eran blancas, pero la habitación era más pequeña. Todas esas palabras que me dijiste, una tras otra, las iba entendiendo. Incluso las historias que me contabas, tus historias que yo luego repetía. Una breve ojeada al cuaderno, bastaba para regalar unas horas de tranquilidad. Pero os escuchaba.
Hacedor de cuentos, como se definió Borges. Cuentos inventados en esos paseos. Cortos, pero paseos. Eran necesarios. 
Luego, cada noche, mi voz volvía a nacer. Recitaba viejos poemas aprendidos, que ahora soy apenas capaz de recordar. Y cantaba. Cantaba esas canciones sin rumbo, sin entonación. Cada uno de vosotros me quería callar. "¿Por qué? Yo quiero cantar." La noche iba dando paso al amanecer, y tu rostro delataba el cansancio acumulado. "Tengo calor." Y comenzaba una lucha vana por impedirlo, mientras el pijama volaba por la habitación.
Cada mañana con el mismo ritual. Os vuelvo a ver. Os siento. Cercanos. Igual que ese pinchazo breve en mi abdomen. Sanador. Día tras día.
Quiero correr. ¿Cómo se hace? Despacio, sabiendo que todo lleva un proceso. La mente vuelve a generar aspectos vividos, oscureciendo aquellos capítulos que merecen ser borrados. Es inútil querer volver atrás. Queda mucho por delante, el proceso
"Abre los brazos, pies juntos y cierra los ojos." El equilibrio no está en lo que puedes ver o tocar. El equilibrio reside en uno mismo. Reside en la mirada introspectiva y el reconocimiento de las propias debilidades. 
Ahora, es tiempo de volver a empezar. Desde cero. Sí. Como deben ser las cosas. A la casilla de salida. Pero con el recorrido en la memoria. Hoy todo vuelve a ser.

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