lunes, 3 de diciembre de 2012

Valores

Quiero comenzar este artículo con una frase de Óscar Wilde en "El retrato de Dorian Gray". Dice lo siguiente: "Hoy en día, la gente sabe el precio de todo pero no conoce el valor de nada". Tras leer esta frase comencé a pensar, intentando enfocarla en la realidad más próxima. Enlazado con ello, vinieron a mi mente varias imágenes acerca de eso que denominamos valor, valores. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de los valores de una persona? Evidentemente, no hablamos de su valor monetario, ni siquiera de su valor "al peso". Quiero pensar que nos referimos a algo más elevado. Al admirar a otra persona por sus valores, implícitamente, estamos diciendo de ella que posee cierta rectitud y honestidad en su persona, en su trato. Lamentablemente, esos valores personales se están perdiendo. La mayoría de las personas con las que nos podemos cruzar diariamente, desconocen que, por el mero hecho de ser personas, ya poseemos un valor innato. Un valor que no es otorgado por nadie, ni siquiera por esa persona tan cercana a nosotros. Nadie nos puede dar la medida de lo que somos. Únicamente nosotros mismos somos los únicos que podemos juzgarnos, pero sin perder de vista que somos únicos, y, por ese mismo motivo, somos especiales

Los valores de una persona se demuestran cada día, en multitud de ocasiones. Una palabra amable, mostrar respeto por los demás, independientemente de su situación, su nivel social o su aspecto. El respeto forma parte de esos valores innatos, que a todos son dados, pero que pocos logran resguardar de inclemencias externas.

En la antigua tragedia griega, los espectadores eran capaces de ver en los actores, el fin al que podrían conducir sus vicios y la pérdida de valores. Mediante ese ejercicio de katarsis, eran capaces de sentir lo que podría suceder si no mantenían una actitud y conducta honestas. Hoy en día, lamentablemente, no gozamos de esa posibilidad. No tenemos ocasión de evaluar el efecto de nuestros actos o nuestras palabras, hasta que las decimos, o los hacemos. Y es un camino sin retorno. No hay marcha atrás. 

Entre esos valores que se están perdiendo, podemos indicar los siguientes: la responsabilidad. Actualmente, nadie quiere ser responsable de nadie, ni siquiera de las propias acciones. Uno debe asumir sus actos, cada una de sus acciones, y ser lo suficientemente inteligente como para asumir los hechos que puedan derivarse de cada uno de ellos. Enlazado a esta virtud, se encuentra la confianza. Una persona genera confianza en los demás cuando demuestra responsabilidad. ¿En quién confías?

Otros valores en peligro de extinción son la honestidad y el sacrificio. La honestidad lleva implícita la necesidad de ser sincero. La honestidad, ademas, debe comenzar en uno mismo. Al igual que la mayoría de actitudes, si no los ponemos en práctica con nosotros mismos, difícilmente lograremos impregnarlos en los demás. Somos honestos cuando vamos "de frente", sin ambigüedades, sin dobles intenciones. Cuando somos capaces de respetar al otro en su propia individualidad. Somos honestos cuando somos sinceros, y evitamos mentir para obtener una posición de privilegio. Y, sobre todo, somos honestos cuando nos mostramos a los demás sin ambages, sin "maquillajes". De igual manera, hemos de tratar a los demás tal y como a nosotros nos gustaría que nos tratasen en cada momento.

Aunque la lista a desarrollar sería extensa, quiero concluir con el valor del sacrificio. Valor cada vez menos en uso. Sobre todo, en esta sociedad donde muchas personas "van a lo fácil". El sacrificio se relaciona con la persistencia, con la tenacidad. Y, evidentemente, es lo contrario a la procrastinación. Uno puede sacrificarse para lograr una meta, para conseguir un objetivo, o, simplemente, para alcanzar un estado ideal. Así, son sacrificios el acudir regularmente al gimnasio, pero también el intentar dejar de fumar o querer estudiar un idioma. Todos son actos de sacrificio, donde hay algo que se debe "perder" para ganar otra cosa mayor. En línea con esto, se encuentra la capacidad de sacrificarse por los demás. Hemos de entender que no estamos solos en el mundo, que no somos seres individuales, aunque a veces actuemos como tales. Nosotros somos porque los demás son, e, indirectamente, nos ayudan a que podamos ser. Cada una de nuestras individualidades personales viene otorgada por alguien más. Por eso, formamos parte de un todo. Y es nuestra obligación poner en uso nuestros valores para conseguir que ese todo camine sin problemas. Ese camino implica saber que, en ocasiones, hay que dejar de lado nuestros propios deseos para dar cobijo o alcanzar los deseos de los demás. Tanto nuestra propia realización personal, como ayudar a que los demás alcancen la suya, debe ser uno de los objetivos (de ahí la razón de sacrificarse) primordiales en la vida. Cuando nos sacrificamos por alguien, indirectamente estamos tomando partido en su vida y le estamos diciendo "yo quiero estar contigo, y te ayudaré a conseguir tu meta". 

Sí, el sacrificio es uno de los valores más importantes. Pero también el perdón y la confianza. Cuando alguno de estos dos últimos se pierde, es muy complicado recuperarlo.

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